Ma Monserrate Gonzales (Apotó – Obatero)
Ma Monserrate Gonzales - Obatero

Ma Monserrate Gonzales, también archiconocida como: “Obatá, Obatero y Apotó (en la foto)”, era hija de Shangó (Ṣangó), también perteneciente a la rama de los Egbado Abeokuta - Nigeria. Nacida y consagrada en Nigeria y traída a Cuba en el año 1850

Antes de continuar, quisiera aclararle amigo lector de que los Egbado o Egba es un territorio cuya tribu fue dominada por el imperio de Oyó, por lo que, es de allí de donde provienen la inmensa mayoría de nuestros ritos aunque muchos autores y supuestos escritores, quienes jamás salieron de Cuba, nos hayan inculcado cosas diferentes.

Según la tradición oral, Obatero llegó a Cuba alrededor de los mediados del siglo XVIII, posiblemente entre los 1840s o los 1850s. Debido a los esfuerzos de Gran Bretaña de terminar con el comercio trasatlántico de esclavos, ella pudo haber sido pasada de contrabando a la isla en una de las muchas naves esclavistas clandestinas que transportaron esclavos Africanos ilegalmente en esa época. De ser así, su experiencia habría sido similar a la de Soledad Crespo, una conocida sacerdotisa Lukumí de Obatalá que viajó a Cuba vía Sierra Leona y fue pasada de contrabando a la isla, probablemente oculta dentro de un barril.

Muy poco o casi nada se sabe sobre los años iniciales de Obatero en la isla. La mayoría de los informadores acentuaron que ella había sido una esclava en una plantación de azúcar, sin nombre, posiblemente en la provincia de La Habana, aunque una fuente insistió que Obá Tero había sido llevada directamente a Matanzas y no a la Habana. La dureza de la vida de la plantación pudo haber sido una razón por la que ella era renuente a hablar sobre los primeros años de su vida en Cuba con sus descendientes. Si este detalle fue o no discutido entre ella y sus descendientes, tampoco se sabe o simplemente pudo haber sido considerado como irrelevante por ellos junto a cualquier otro detalle que nos brindara más información.

Lo cierto es que: “De las 3 primeras Olórìṣà (Olorishas) oriundas de Africa Latuán, Efunsé y Obatero”, las leyendas que rodean la vida y las actividades de esta última en Matanzas, representan la fuente más rica de información. Con toda probabilidad, Obá Tero era la más vieja de las 3, aunque es imposible saber exactamente cuándo nació. Muchos especulan que ella estaba bien pasada de los 100 años cuando murió en 1907 y todos están de acuerdo que su muerte fue por causas naturales y vejez.

Los descendientes convienen en que su nombre Yorùbá de nacimiento era Apóto y que Obá Tero (El rey tiene gran calma), era el nombre que le dieron cuando ella fue ordenada en su Egbado nativo a Sangó, el Orisa del trueno, el patrón de Oyó y uno de los reyes o Alaafin del imperio.

Aunque los detalles de la vida de Obá Tero bajo la esclavitud hayan caducado de la conciencia de sus descendientes religiosos, el orgullo que toman sobre su lugar de nacimiento es extremadamente fuerte. En Matanzas, donde su herencia conserva mucha de su pureza original, el linaje y sus tradiciones fueron continuadas por la heredera religiosa inmediata de su ahijada Fermina Gómez (Oshabí) hasta 1950, y desde entonces por los descendientes de Oshabí. Incluso hoy, cuando los miembros del linaje discuten cuestiones referentes a la autenticidad religiosa y los acoplamientos del grupo a África, estos continúan siendo fuente de muchas calurosas discusiones y acentúan que son Lukumí Egbado y que Obá Tero fue llevada de Egguadó (Egbado). Esta contención es apoyada por la existencia, dentro del ilé osha de Obá Tero, de los Orisas que se consideran tener origen Egbado.

Origen del culto a Olokun
Culto a Olokun

Aunque Yemojá es el Òrìṣà (Orisha) que se liga lo más de cerca posible al Egbado, los 2 Orisa que en Cuba son los más comúnmente posibles asociados con Egbado son Oduduwá (el progenitor y fundador de toda la cultura Yorùbá e Ilé Ifè), y Olóòkun (el Orisa Yorùbá del océano).

Mientras que estas Deidades se conocen en muchas áreas de Yorubaland y no exclusivamente en Egbado, la mayoría de los Olorisas en la isla las consideran de origen de Egbado, posiblemente porque fueron introducidos por los Egbado. Indudablemente, estos Orisa eran de gran importancia en el Egbado del siglo XIX. En su revisión de documentos primarios escritos por europeos que vivían en Yorubaland en el siglo XIX, Peter McKenzie indicó que: “En 1846, vieron que todos los ciudadanos de Ado [una ciudad de Awori- Egbado] se dedicaban a uno o a otro de estos Orisá [Oduá, Obatalá, o Yewá].” Tan fuerte es la asociación entre las 2 Deidades y este linaje religioso, que Obá Tero, la más conocida de entre un puñado de Iyalorisas cubanas que poseía estos Orisas, sea a quién se le acredite la introducción de la adoración de Odúdùwà y de Olokún a la isla. Y hasta alrededor 1950, a través de sus descendientes, el linaje de Obá Tero continuó siendo la fuente más importante para la adoración y la difusión de Olokún en la isla.

Hay muchos artefactos culturales en la casa de su descendiente Ferminita Gomez-Oshabí en la calle Salamanca en Matanzas, que fueron confiados a ella por Obá Tero a su muerte en 1907, que sirve como evidencia para apoyar los orígenes Egbado de Obatero. Entre éstos está el único juego de tambores Egbado que todavía existen en Cuba. Estos tambores fueron, con toda la probabilidad, hechos para Obá Tero en La Habana por el famoso Onilú (fabricante de tambores) Ño Filomeno García (Atandá), a quien también se le atribuye la creación del primer juego de tambores Batá ortodoxos en Cuba.

De muchas maneras, es irónico que los elementos de la vida de Obatero se puedan reconstruir a través de los instrumentos musicales que se prohibían tocar a las mujeres. Obá Tero probablemente había mandado a construir estos tambores cuando ella vivía en Guanabacoa (en aquel entonces un suburbio de La Habana y la ciudad vecina de Regla) y la Cuna Lukumí para la cultura cubana. Regla era un importante enclave Lukumí en la Cuba del siglo XIX y comienzos del XX.

Muchas tradiciones Lukumí que sobrevivieron en Cuba vinieron a la isla a través del puerto de Regla. Durante principios del siglo XIX, la influencia Egbado parece haber sido fuerte allí. Fernando Ortiz reporta que una celebración a Olokún ocurría en Regla anualmente el 6 de enero, junto a la celebración católica del día de Reyes. Los tambores de Egbado, según Ortiz, “eran tocados por músicos Egbado que eran los únicos que sabían los golpes y los ritmos de los mismos.” Eventualmente, dice Ortiz, “Cuando estos músicos fueron muriendo, no había nadie que supiera tocar los tambores Egbado para substituirlos. A medida que el tiempo pasó, las tradiciones de Oyó eclipsaron las de Egbado y los tambores del Batá de Oyó se convirtieron en el instrumento musical dominante.”

Obá Tero probablemente adquirió su libertad a finales de los 1860s, después de lo cual ella fue para La Habana, dejando detrás la plantación y los recuerdos de su sistema de trabajo inhumano. La ciudad ofreció a ex-esclavos muchas posibilidades en términos de empleo y supervivencia. Ortiz data la presencia de Obá Tero en La Habana a los comienzos de 1870s, cuando ella y su marido Ño Julio dirigieron un cabildo en Guanabacoa. Alrededor de este tiempo, Ño Julio puso en servicio un sistema de tambores Batá para el cabildo de los constructores de tambores famosos de La Habana Ño Juan "EL Cojo" (Añabí) y Ño Filomeno García (Atandá). Ortiz ha demostrado claramente que Ño Julio y su esposa dirigieron el cabildo. Aunque Ño Julio era importante en la asociación, la Olorisa principal en el cabildo era su esposa, a que la tradición oral dice era Ma Monserrate González; Obá Tero.

En el último trimestre del siglo XIX, Obá Tero vivía en la calle Dahoiz en el barrio Alturas de Simpson, en la ciudad de Matanzas, un lugar que muchos Olorisa consideraban el corazón de África de Matanzas. Cuando Julio y Monserrate cerraron su cabildo en Guanabacoa y salieron para Matanzas, tomaron con ellos los tambores Egbado y el juego de tambores Batá que Añabí y Atandá habían construido.

La unificación
Ño Remigio Herrera – Babalawo Adéşínà

El misterio rodea el viaje de los tambores y una anécdota mantiene que después de la muerte de Julio, el sistema de tambores Batá desapareció sin rastro. El misterio se complica por el testimonio de los descendientes religiosos de Obatero, que parecen no saber qué pasó con ellos. Algunos incluso disputan o niegan su papel de haber llevado los tamboresBatá a Matanzas. Pero, incuestionablemente, los tambores Batá aparecieron en Matanzas. Hay evidencia documentada que establece el uso de los tambores Batá en una celebración que ocurrió en el Cabildo Santa Bárbara el 4 de diciembre de 1873. Un inspector de la ciudad de San Francisco informó al gobernador civil la ciudad de Matanzas sobre un incidente significativo en el Cabildo Lucumí Santa Bárbara, situado en la calle de Manzaneda, en la esquina de Velarde, donde Ño Remigio Herrera - Adéşínà (Addéchina, Adeshina, etc.) tocó 3 tambores extraños que él llamaba Batá, en las celebraciones del 3 de diciembre.

El tamborero y el Babalawo Adeshina fue probablemente el enlace con el cual Obá Tero fue a residir en Matanzas. El nativo de Oyó Ño Remigio Herrera, mejor conocido por su nombre Lukumí, Adeshina, fue posiblemente uno de los primeros Babalawo traídos a Cuba. Adeshina llega a Cuba a través de Matanzas, probablemente a finales de los 1820s y fue a trabajar como esclavo en un molino de azúcar en esa provincia. La tradición dice que tan pronto llegó al molino, fue reconocido como un importante Sacerdote por un grupo compañeros Lukumí que habían adquirido su libertad antes de su llegada. Los compatriotas de Adeshina reunieron sus recursos y reunieron bastante dinero para comprar su libertad. Como la mayoría de los africanos liberados, Adeshina buscó la ciudad, en este caso Matanzas, y específicamente el barrio de Simpson. No mucho después de adquirir su libertad, Adeshina estableció el Cabildo Lucumí Santa Bárbara en la calle de 175 Dahoiz, en la esquina de la calle Manzaneda, donde comenzó a practicar como Babalawo.

Adéşínà tenía obvios lazos a Matanzas puesto que era su punto de entrada a la isla, pero probablemente mudó desde esa ciudad (o estaba por lo menos en el proceso de hacerlo) a La Habana alrededor de 1866, el mismo año en que estableció el Cabildo Yemayá en Regla, que es confirmado al comisionar los tambores para este cabildo en 1866. Según los documentos de archivo, antes de 1872, Adeshina se estableció en Regla en una casa en la calle de 23 San Ciprián. La casa estaba valorada en 1.800 pesetas españolas. Él todavía vivía en Regla en 1881, aunque para entonces se había trasladado a la calle de 31 San Ciprián, donde vivió con su esposa Francisca Buzlet, su hijastra de 21 años, Eugenia Lausevio, su hija Norma Josefa.

Entonces, Adeshina fue la conexión más probable a través de la cual Obá Tero vino residir en Matanzas. Para el momento en que Obá Tero se mudó a Matanzas, los 2 habían establecido una cercana y confiable relación. Según todas las fuentes, eran aliados inseparables. Tanto confiaba Adeshina en Obá Tero que permitió que ella ordenara a su hija Pepa (Eshubí) como Sacerdotisa de Elegbá, el Orisa del destino y las encrucijadas. Lo más probable es que Adeshina fuera quien ayudó a Obá Tero a establecer el contacto con los Lukumí de Matanzas. El cabildo que Obá Tero dirigió en Simpson era el mismo Cabildo Lucumí Santa Bárbara que Adeshina había establecido originalmente allí después de su emancipación. El rápido crecimiento de la reputación de Obá Tero como Sacerdotisa, fue grandemente ayudado por la afirmación de Adeshina de su estatus. Muchos en Simpson también continuaron asociando el cabildo a Adeshina y lo consideraban su residencia en Matanzas.

El movimiento de Obatero a Matanzas se pudo haber propulsado por una serie de escaramuzas competitivas entre los Olorisa de Lukumí de La Habana en la segunda mitad del siglo XIX. En lo que se denomina como La División de la Habana, se dice que cierta fricción surgió en La Habana entre Obá Tero y una Sacerdotisa de Oyó de otro Ilé Osha de La Habana, la distinguida Latuán. Durante este período, los pocos cabildos Lukumí que existían en La Habana eran dirigidos sobre todo por Iyalorisa emancipadas, posiblemente de origen Egbado, quienes representaban a los primero Yorùbá traídos a Cuba a finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX. En África, las mujeres habían desempeñado un papel instrumental en el ritual religioso Lukumí/ Yorùbá; en el palacio de Oyó, por ejemplo, 8 Iyalorisa, con títulos de Dama, se dedicaban a atender los deberes religiosos y las necesidades del Alafín. Por los 1860s, estas Iyalorisa, que habían sido transportadas como esclavas a Cuba, manejaban mucho poder en la comunidad Lukumí y no hacían esfuerzo alguno de ocultarlo. La Regla de Osha Lukumí que se estableció en la isla, está endeudado a la persistencia, a la rigidez y a la robustez de estas mujeres.

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